No se puede liderar una política y pretender liderar también la contraria. No se puede ser Presidente del Gobierno y serlo, a la vez, de la oposición. Y no se puede porque nadie va a creerse lo que haces.
Cuando Zapatero hace de la negociación política con ETA el eje (y practicamente único) de su política y este termina con tres muertos, prosigue con graves concesiones a los terroristas a pesar de la sangre y pone punto final la propia banda, no puede actuarse como si no tuviese ninguna importancia o fuese un leve contratiempo. Es el fracaso de su propuesta política y debe asumir sus consecuencias.
En una muestra más de su carácter pusilánime, ZP escogió de nuevo a sus periodistas de cabecera y acudió a Cuatro (del grupo PRISA) para lamentarse de lo malo que es el PP por no darle un cheque en blanco. Redundando en sus ambiguedades, no dijo lo que los españoles desean: Se acabó la negociación. Nunca más habrá concesiones políticas a los terroristas.
Se negó a ilegalizar ANV (que nadie duda que es Batasuna) y nadó en las medias mentiras, que han permitido que hoy ETA esté más fuerte que hace tres años. Indicando por donde van a ir los medios próximos, quiso hacer olvidar las concesiones, negando incluso que existiesen. El propio Ministro del Interior, al comentar la vuelta de Chaos a la cárcel, lo reconocía. Y algunos destacados dirigentes del PSE han admitido que tenian un plan con Batasuna, para constituir una mesa de partidos, al margen del Parlamento y una mancomunidad que integrase Navarra en Euskadi, algo que negó Zapatero, sin que el rubor le asaltase el rostro. El inquilino temporal de La Moncloa quisó poner todo el acento en la “unidad” de los partidos. Pero caminar juntos no es suficiente. Hay que saber a donde se dirige uno y cuales son las etapas.
Por eso, solo queda que se vaya y le sustituya alguien que quiera y sepa que se puede derrotar al terror.
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